Esta historia surgió jugando con mi sobrina. Ella tenía esa edad en la que los niños no paran de hablar y para poder descansar, se me ocurrió la idea de ver quién aguantaba más tiempo sin decir una palabra. Juego sencillo que lógicamente acabó pronto, pero que me sirvió como chispa para encender la trama de unos personajes que deben callar, hasta que alguno de ellos hable y pierda.

Tenía claro que para este proyecto necesitaba actores que se sintiesen a gusto con este tipo de comedias, más directas y con humor sencillo. Lo tuve fácil porque ya había trabajado con todos ellos anteriormente y cuando les propuse el guión, aceptaron. Son actores de comedia que están bastante acostumbrados a este tipo de humor, lo cual me daba más confianza.

Por la parte técnica, era más sencillo todavía. Rodaje de una jornada y todo en la misma localización. No necesitaba mucha gente y gracias a varios amigos y compañeros de profesión, que siempre me han acompañado en mis primeros cortometrajes, tenía cubiertas las necesidades.

Alba conocía un taller de mecánica donde había hecho un proyecto fotográfico y después de una conversación llegamos a un acuerdo para poder rodar un domingo. Así que teniendo el espacio y sabiendo el día, nos pusimos manos a la obra para rodar todos los planos.

Fue un rodaje muy cómodo. Pudimos contar con un set de rodaje que ya estaba decorado porque es un taller real ayudó mucho a creerte el lugar. Siempre defiendo los rodajes en espacios naturales. Tienen la magia del uso y del tiempo, algo muy complicado recrear en un plató.